Octubre es el mes más seguro de sí mismo de todo el calendario. Todo retorna y cobra fuerza en octubre. Las ciudades, nuevamente repletas de gentío, parecen librar una batalla entre trasiego y prisa. Tráfico por doquier y, sin embargo, el post-verano se resiste a abandonar el horizonte. Cada quién parece muy ocupado en uniformar el alma y los asuntos.
Octubre como mes «trastero» en el que la vida cotidiana permanece a la espera de ordenarse en su totalidad, buscando asiento y cuna.
Octubre. Octubre, en el que se deposita el bagaje del estío, cómo bártulo inservible, relegado al cajón de los olvidos. Bártulos que, sin embargo, conforman un verano más en nuestras vidas y nos anclan a ella. Resistimos.
Octubre ordena, sí, pero se permite el lujo de continuar soñando un poco más, derramando esa pizca de luz incipiente que se cuela como niño curioso entre las hojas perennes.