Lo inane

M de Mirinda


La rendición cauteriza el temblor que nos mantenía en vilo, ese zarandeo viscoso de lombrices implacables, pues así son las culebrillas, las imposiciones clásicas de toda la vida de Dios, fíjate lo que te digo. 

Sigo en mi línea, recomendando la desconexión, el corte por lo sano, el abandono de toda (falsa) esperanza. ¡Háganme caso y rindámonos todos, a lo grande e in style!  Rindámonos a la evidencia que planteo. Una vez bien rendidos, la carne calmada y el ánimo ligero, podremos comprobar cómo vuelan las semanas, cómo, de repente, es jueves, una y otra vez. 

Caminar por las calles será una dulce dedicación, mientras los que siguen albergando el come-come abdominal del debería estar haciendo otra cosa son incapaces de derretirse de placer solo con ver papeleras desfondadas, mascarillas errantes y contenedores de obras repletos como cornucopias excesivas, en una interminable sucesión sólo comparable a las repeticiones infinitas de las persecuciones de los dibujos animados clásicos gato-ratón, correcaminos-coyote, panterarrosa-policía.

Ríndase, incluso usted, que lee estas líneas de milagro, pues 140 caracteres son su límite, y deje de sufrir por haber abandonado sus hábitos de lectura, sus hábitos de tareas domésticas repetitivas y deshumanizadoras, sus hábitos sociales pre pandemia. Ríndase y dese a la bebida de filtros de olvido, arrójese en los brazos de los canales de noticias 24H, sumérjase en la charca de lo inane. Sea. Así sea. Seguiré contando.



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