La vocación tardía del Padre Magín

Vidas ejemplares

 

Magín Ajolote fue el tercer hijo de una familia acomodada de Pozoblanco. Nació el 26 de septiembre de 1964, es decir, veinte años exactos antes de que un torero muy famoso se encontrase con la muerte en la plaza del pueblo cordobés. Esa casualidad le impresionó en lo más profundo y empezó a interesarse por los misterios del más allá. Sus primeras andaduras por la senda de lo extraño transcurrieron por los caminos previsibles: se aficionó al tarot y a la astrología, leyó los textos más oscuros de Karl Jung, de Swedenborg y de Allan Kardec. Escribió una lectura crítica de Gerorges Gurdjieff, armenio y críptico, que tuvo una gran influencia sobre el pensamiento del cantautor catalán Juan Baptista Humet (Libro de las verdades reveladas, Joanisaac editor, Barcelona, 1985) y creó el primer consultorio filosófico-esotérico de Andalucía, que operaba con éxito por vía telefónica.

Magín consiguió la admiración y el favor de muchas mujeres atraídas por su voz melodiosa y aérea, de las que obtuvo beneficio económico y carnal. Esta senda le llevó hacia una vida disipada y, por consiguiente, lujuriosa. Cada vez que yacía con mujer tenía un pensamiento vengativo pero feliz hacia un recuerdo de su niñez, cuando los niños de la escuela de primaria del pueblo le cantaban:

Es alto y listo Martín Ajolote
pero tiene muy chico el cipote

Llegó el día en el que Magín, por fin, decidió que había llegado el momento de cambiar de vida. Tomó conciencia de la trampa hedonista tras contraer una gonorrea y tres candidiasis, la última de ellas el día de San Valentín de 1987. Abrazó la fe cristiana y se matriculó en la Facultad de Teología de Sevilla. Abandonó las creencias oscurantistas y se entregó por completo al estudio de los padres de la Iglesia. Se dice que pasó algunos años en el Palmar de Troya, pero es improbable. Fue ordenado sacerdote el mismo día en el que Pascual Maragall proclamó la elección de la ciudad de Barcelona como sede de unas olimpiadas, coincidencia en la que Magín vio una señal divina. Se pidió plaza de cura en Cataluña y se la concedieron en un pueblecito del prelitoral: San Ferriol d’Entremont. Ejerció allí de sacerdote en la parroquia durante varios años. Fue un tiempo ligero, sin fisuras ni quiebros, que transcurrió dulce entre misas dominicales, una procesión anual, colectas para niños africanos y un cursillo de catalán para agradar más a los pocos pero buenos feligreses.

El destino del Padre Magín se torció en 1999, cuando la madre soltera de tres hijos rubios apareció en San Ferriol y le comunicó que le recordaba muy bien de su época de tarotista y astrólogo en Córdoba. Según las fuentes consultadas, el incidente obedece a una casualidad cruel o a una intervención del Adversario. Sin embargo, hay voces que hablan de una realidad mucho más compleja. Según esas últimas, de inspiración feminista, la casualidad no tiene nada que ver con ese encuentro y lamentan que se pretenda construir el relato de un buen hombre víctima de mujeres malas. Según parece, a tenor de lo que uno concluye tras la confrontación de las distintas versiones, el Padre Magín Ajolote era padre de por lo menos uno de los niños de aquella mujer. El pueblo de San Ferriol no fue unánime en su veredicto: una parte defendía al párroco y otra daba crédito a la mujer. Apareció una nueva cancioncilla:

El Padre Ajolote, machote,
es muy bravo de cipote.

Los defensores del párroco argumentan que todo es falso partiendo de una premisa simple: en San Ferriol solo se habla catalán y la rima es inviable en esa lengua. Pero hay quien lo niega y para ello propone la versión vernácula:

Mossèn Aixolot, molt masclot,
és molt brau amb el titot.

Sea como fuese, el cadáver del cura cordobés transitó la rambla de San Ferriol en dirección al río Fluviá, flotando en la riada de una tarde del mes de marzo de 2002 entre coches y basura, tras un aguacero jamás visto que, por lo visto, había desenterrado el cuerpo del desdichado, sepultado aguas arriba días atrás, según el forense provincial, quien anotó en el informe que el muerto olía a rosas. El bulto se encalló en el colector de la cloaca municipal. No se detuvo a ningún sospechoso. En la actualidad, el Papa Francisco considera su beatificación.