La poesía y la prostitución: el poeta hace la calle estas navidades

Perplejos en la ciudad

 

I

Sale a la calle, pasa de una acera a otra, cruza una calle, dobla la esquina, pasa a otra calle, sigue arriba y abajo, atraviesa una calle, roza una esquina y sale a otra calle, baja de la acera y vuelve a subir a la misma acera, baja otra vez y ahora pasa a la otra acera, gira a la derecha por una calle, sigue calle arriba, gira a la izquierda y sale a otra calle, ahora baja por esta calle, cruza dos bocacalles y sigue bajando por la misma calle, baja un poco más, calle abajo, ahora se para en la acera, en una esquina, espera, ¿quién me compra una violeta?, llega un cliente, le pregunta el precio, se ponen de acuerdo y le vende un poema.

Aquí, a la derecha, hay un casa de citas, propone el cliente. Bueno, dice el poeta, si no hay otro remedio para seguir adelante…, vamos.

 

II

El poeta sale a la calle, pasa de una acera a otra, cruza una calle, dobla la esquina, pasa a otra calle, sigue arriba y abajo. Atraviesa 11 calles más, recorre 6 aceras, dobla 3 esquinas y 2 bocacalles. Roza otra esquina y sale a otra calle, baja de la acera y vuelve a subir a la misma acera, ahora baja, pisa de nuevo la calzada y pasa a la otra acera.

Gira a la derecha por una calle, cambia de acera, sigue calle arriba, gira a la izquierda y sale a otra calle, ahora baja por esta calle, cruza dos bocacalles más y sigue bajando por la misma calle, baja un poco más aún, calle abajo.

Ahora se para en la acera, en una esquina, espera: ¿Quién me compra una violeta?, canta el poeta. Llega un cliente, le pregunta el precio, se ponen de acuerdo y le vende un poema.

Aquí, a la derecha. hay un casa de citas, propone el cliente después de leer el poema. Bueno, dice el poeta, si no hay otra salida para seguir adelante, para seguir andando calle arriba y calle abajo, con un sobre de poemas…, vamos.

El poeta no ha preguntado de qué citas se trata, ¿literarias, amorosas, familiares, desconocidas, aterradoras, policíacas o de misterio infernal? Enfermo de palabras gastadas, viciado por ellas, ya no confía en la palabra, prefiere guardar silencio y seguir el camino a lo desconocido, rumbo a ninguna parte, como siempre, haciendo la calle, como buen prostituto de la poesía.

Por fortuna y gracias a las musas complacientes, hay otros poetas en el mundo que tienen gracia y buenas compañías  y saben lo que quieren: a los seres humanos no les faltará nunca poesía, tendrán siempre un poema adecuado para los fines de semana y demás fiestas de guardar. Quien no se conforma es porque no quiere, y hay poesía de alto confort para todos los gustos, incluso para los cabrones, canallas, bribones, malos bichos, malas bestias, tunantes, gilipollas, gilipuertas, macarras y otros hijos de su madre, que no saben lo que es hacer la calle con un poema y un condón rosado en el bolsillo.

Vendo poemas.