Isidro

Retales


Fotografías de Marcel Albet Guinart.



Hoy Isidro ha decidido subir monte arriba hasta la cima. El invierno todavía no ha comenzado, y frío, lo que se dice frío, aún no hace. Los primeros copos cayeron y las laderas y la cima están ya blanquecinas.

Isidro vive aquí arriba, entre el prado y el monte. Estos montes son mágicos, le atrapan a uno por su belleza. A veces el firmamento se muestra en un cambio, un cambio de sopetón; a veces es de una serenidad poco fiable, pero él conoce muy bien el monte, sabe lo que se hace, sin duda alguna.

Y ahí, justo ahí, un poco adentrada en el bosque se distingue un chozo de paredes de piedra seca lo suficientemente ancho y bien cuidado. Un hogar a ras de tierra, una mesa, algunos utensilios, el lecho donde dormir y aquellas cosas verdaderamente imprescindibles para vivir en ella. Verano e invierno.

Pastor experto, baja el rebaño al llano, al pueblo, cuando llegan los fríos y retorna con las ovejas en tiempo de calor, cuando regresa, en verdad, la primavera.

Únicamente un buen conocedor del monte sabe cuándo es tiempo de bajar al llano.

Allí, en el pueblo, se regala una pequeña estancia con sus congéneres. Se instala un par de días o tres en la fonda, donde lo conocen bien. Camas limpias, buenas duchas, y unos ágapes que… Goza de ello al menos un par de veces al año. 

Si andáis por aquellos parajes y sois curiosos igual os lo encontráis. 

Isidro no es amigo de carantoñas, pero nunca escaquea un “buenos días”. Si le apetece, con cualquier pregunta os insinuará que quiere entablar conversación. Sed prudentes: con Isidro, tonterías pocas.

Podréis saber si lleva barba o bigote, cómo viste, si está curtido por el sol…, si no tenéis la suerte de encontrarle o no subís hasta estos andurriales también podréis saberlo porque tendréis la imagen dibujada que habréis construido con vuestra imaginación.

Quizá os preguntareis: ¿En pleno siglo XXI todavía queda alguien que vive aquí solo todo el año? ¿Cómo repone vituallas cuando la nieve no permite ni bajar al valle, al pueblo?

A Isidro con poco le basta; sabe arreglárselas. Además, de acuerdo con las autoridades del área, cuando los forestales sobrevuelan la zona en helicóptero aterrizan y, además de traerle aquello que ha pedido, charlan un rato.

La comunicación por radio permite que le avisen cuando se avecina una cruda tempestad de invierno y siempre le ofrecen bajar hasta que amaine. A veces accede y otras se queda en su cabaña.

Muchos quisieran saber los porqués de muchas cosas de Isidro.

¿Os preguntáis si en verdad hay tantos porqués? ¿O sencillamente es una forma de vida que le place y basta? No caigáis en la tentación de pensar: Claro, un hombre de pueblo, de monte, ya se sabe. Muy desatinado, nada más alejado de la realidad. 

Isidro es único en muchos más aspectos que nunca llegaríais a sospechar. 

Si os adentráis en el bosque, más allá de la cabaña donde vive, el terreno se empina bajo las copas de los árboles; distinguiréis una pared de piedra seca que se levanta enhiesta y se convierte en barandilla protectora de una escalera que sube a plena luz hacia una oscuridad que constriñe, que atemoriza, que hace dudar de si subir o no subir por ella, si uno debe atreverse a hollarla… o si basta con echarle una mirada pensativa. Una escalera de belleza inigualable.

Este es el mundo de Isidro, su mundo. 


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