De Gumersinda Barrera solo disponemos de un único registro: la ficha policial que le abrió la Guardia Civil en octubre de 1978, cuando fue detenida en la población de San Ferriol d’Entremont. Gumersinda es la persona más cercana en el tiempo de todas mis crónicas hasta el día de hoy. Sin embargo, su perfil biográfico es más turbio que algunas de las más antiguas: hay algo muy misterioso en ella, algo que se nos escapa y que nos induce a pensar en la convivencia con seres de otros mundos y de otras dimensiones.
Según el atestado judicial, Gumersinda fue detenida por haber organizado una bacanal en la masía abandonada que fue propiedad de Juan Pastrana, en las afueras del pueblo. La historia de esa hacienda es oscura cuando no lúgubre, y por eso quedó deshabitada, amén de maldita, durante décadas. Parece que Gumersinda se instaló allí y abrió un consultorio financiero para el blanqueo de dineros de reputación dudosa: no fueron pocos los ferriolenses que acudieron a ella, deseosos de normalizar sus ingresos tras cuatro décadas de dictadura. Los más patriotas fueron los primeros. Gumersinda no se limitó a ofrecerles salidas decorosas a sus fortunas, sino que les propuso invertir en la empresa Tranca Catalana, S.A., organizadora de eventos lascivos: eso tiene un gran futuro tras una dictadura católica, les dijo.
Gumersinda no contó a sus socios inversores que Tranca Catalana infringía todas las normas empresariales en el nuevo orden, pero obtuvo cuantiosas donaciones. Gumersinda se hizo de oro, como un moderno Tutankamón.
En su tiempo libre, Gumersinda ofrecía servicios de terapeuta tántrica: hacía masajes, ungüentos a partir de las Flores de Bach, echaba las cartas del Tarot y disponía a sus pacientes bajo reproducciones muy fidedignas de la pirámide de Keops, todo ello con la intención de elevarles hacia la salud física y espiritual más exquisita y libre de las estrecheces de la ciencia. Muchos de sus clientes lo eran de ambas ocupaciones de Gumersinda, de modo que ella no tardó en darse cuenta de lo más evidente: quienes pretendían salvar sus almas y sus cuerpos eran los mismos que pretendían ocultar sus fortunas al fisco del nuevo estado que se estaba fraguando en la Transición. En su mente rápida y fecunda, Gumersinda pergeñó el plan definitivo, y con este noble fin organizó una bacanal en la que aunaría los tratamientos tántricos con las triquiñuelas financieras.
Gumersinda convocó a su clientela en la mansión maldita, y contrató a las mejores meretrices de las poblaciones circundantes, a quienes disfrazó de musas catalanas inspiradas en las poesías de Jacinto Verdaguer, Guerau de Liost y Joan Maragall (la más deseada de todas fue la jovencita de Santa Coloma de Farners, Elisenda Torra, que se presentó disfrazada de Madre Superiora de Sant Joan de les Abadesses). Las principales fortunas del pueblo pagaron grandes cantidades por asistir a la fiesta.
Se comenta en el pueblo, mas no se puede demostrar, que fue Marteta Ferrola i Bosch quien denunció la orgía, ofendida tras saber que su señor marido había pagado la suma de veinte mil pesetas por participar en ella. Muchos dicen que Marteta estaba amancebada con el sargento de la Guardia Civil Emilio Alegre, de Teruel, extremo que también resulta indemostrable.
La detención de los participantes en la bacanal fue el hecho más relevante en San Ferriol d’Entremón durante años, ya que nunca antes ni después había acontecido un suceso tan lamentable, tan grave y tan trascendente: en la intervención policial se detuvo al alcalde, al cura, a los monaguillos, al secretario municipal, a la Potestad de la Sardana i al Mestre en Gay Saber. Tras el disgusto vino el cambio, y la transición democrática llegó al pueblo gerundense. Marteta Ferrola obtuvo la alcaldía por mayoría absoluta. Y así llegó, por fin, la democracia a San Ferriol.