No leer es algo así como un mutismo pasivo; escribir es el verdadero modo de no leer y de vengarse de haber leído tanto.
Macedonio Fernández
Como la mayoría, conocí de la existencia de Macedonio Fernández leyendo a Borges. De hecho, Macedonio era amigo del padre del genio y más tarde esa amistad abrazaría también a Jorge Luis. La primera edición de Papeles de Recienvenido y Continuación de la Nada data de 1944, y el ejemplar de mi gabinete (publicado 66 años después) incluye un formidable retrato del autor a cargo de Ramón Gómez de la Serna –prólogo original de la primera edición– y una despedida del mismo Borges, donde se transcriben las palabras que pronunció al pie de la tumba de Macedonio. Un lujo. Sorprende que Borges, tan dado a lo taciturno, afirme: “Una de las felicidades de mi vida es haber sido amigo de Macedonio, es haberlo visto vivir”. Ahí es nada.
Leer a Macedonio es adentrarse en una prosa compleja, pero dotada de un sentido del humor que cuestiona, ironiza, niega y contradice constantemente. También la filosofía y la mística están presentes en una obra donde destaca una breve pero personalísima poesía.
El poeta Santos Domínguez destaca su capacidad para hacer de la perplejidad un instrumento narrativo. En el volumen que nos ocupa, el primer libro está plagado de brindis, discursos y pequeños artículos. El segundo (subtitulado “o mitad inconfundiblemente 2ª”) incluye escritos donde lo inacabado, lo provisional, las descripciones de situaciones a menudo truncadas, nos acercan a esa Nada que tanto placía a Macedonio. Lamentaba el bonaerense no haber nacido en 1900, quizás considerando que el último cuarto del XIX poco había significado para él. Pobre la mayor parte de su vida, dedico ésta a la escritura y más todavía, cual taoísta orillado en el Río de la Plata, a la meditación inactiva.
Para exhumar el poema, centraré la atención en la segunda parte del primer libro, titulada “Brindis de Recienvenido”, que incluye 13 piezas. En estos ejercicios de oratoria aflora un Macedonio alambicado y cordial, irónico y a veces hilarante. La intención es obtener de la primera página de cada de uno de esos Brindis un verso hasta formar el siguiente poema:
El uso de la palabra es travesura
con el brindis y con improvisación.
Es tan poco lo que tengo que decir
que mi voz siempre habló mal de ella misma.
Sin anular mi condición de inasistente,
con la siempre interesante transeúncia,
explicaré mi arrepentimiento
de vivir todo ese año sin pensar.
A lo largo del vivir he simplificado
el brindis desmontable de mi invención
con un ceño y una ronquera terribles.
Días antes de conocer después,
estas superioridades duran.