Estuche de reglas

Trampantojos

 

Escuadra poseía el físico más deslumbrante de todos los hombres con los que ha salido. La perfecta simetría de sus catetos, en proporción exacta con su hipotenusa, representaba el prototipo de belleza clásica, tan clásica que resultaba aburrida.

 

Transportador era todo lo contrario. Con él nunca sabías a qué atenerte. En sus momentos de ángulo agudo exhibía un humor corrosivo, incluso hiriente, pero cuando pasaba a ángulo obtuso era imposible hilar con él una conversación coherente. Me cansaba tanta oscilación, no hacía más que esperar un ángulo recto que equilibrase ambos planos.

 

Regla, en cambio, tenía las cosas claras. Demasiado claras, diría yo, con él no podías pasarte ni un milímetro. Si decía diez centímetros, pues diez centímetros tenían que ser, y no se bajaba del burro por mucho que le insistieses. Su estricta y recta actitud acabó por asfixiarme.

 

Cartabón, definitivamente, es mi tipo. Con sus lados desiguales, puede parecer poco serio, pero ahí radica su encanto. No importa el ángulo que elija: tanto a noventa, como a sesenta o a treinta, a mí me hace disfrutar en paralelo y en perpendicular.

 


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