El Seco

Oscuro, casi negro



Eran las cuatro y bajé a tomar un Tía María al bar de la esquina mientras el sol aún calentaba la terraza de aquel chino bordeada por una fila de sicomoros ya sin hojas. Allí se reunían muchos gitanos en grupos cerrados en los que los mayores estaban sentados y los jóvenes de pie mostrando respeto. Se trataban de tío, primo o señor a los patriarcas. Casi siempre eran los mismos y era curioso verlos mezclados con los guiris ingleses o suecos que paraban a comer algo en aquel chino, señalando el plato en los carteles con fotos de comida española o china, calamares romana o samosa con salsa picante. Los gitanos ni los miraban y hablaban como si no hubiera nadie más que ellos. Yo estaba solo, vestido de negro, con un libro abierto y parecía un cuervo al que ya se habían acostumbrado a fuerza de verme a la misma hora.

Los gitanos tienen unas voces potentes y hablan a la vez, o cantan. No hay mujeres en esos grupos. Si van con una mujer se ponen en una mesa aparte, solos. Llegó uno más al grupo, acompañado de un perro sin raza. Un gitano seco como un estilete, con barba y pelo rapado en las sienes. Una serpiente tatuada alrededor del cuello. Saludó a los patriarcas con un gesto de cabeza. Uno joven del grupo dijo “Qué alegría, primo, vente y toma algo que te veo atascao». El Seco farfulló algo en un idioma extraño y se fue con el otro a una mesa al lado de la mía con dos cafés y dos copas. La conversación fue tan natural como escalofriante. «Mira, primo, yo he venido a lo que sabes. Me disteis los papeles y me quedo en España. Allí me matan si no me voy. Demasiadas muertes he visto por las calles, he vendido farlopa a kilos, traficado con armas y he matado gente. En Colombia estás vivo y estás muerto. Yo gracias a dios sigo vivo. Y yo pago las deudas, así que dime a quién tengo que visitar y queda todo niquelao». (Esto es una traducción de la jerga apresurada con la que vino a decir todo esto el Seco).

El otro, un tal Charlie, respondió «Malegro por ti colega, que eres ya de la familia y aquí se vive tranquilo. Luego hablamos los detalles. Vamos por dos jais buenas que conozco y posteamos un poco». Se fueron cogidos de la mano hacia un Mercedes deportivo con el perro al lado y salieron con la música de Tangana rebotando en las paredes de los edificios: Tú me dejaste de querer…

Cuando llegué a casa puse un episodio de Narcos y me imaginé al Seco muerto de risa con aquella farsa. La realidad no se parece para nada a las pantallas.

(Fotograma de la película Dogman (2018), de Matteo Garrone).


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