El diario

Escalofríos

 

Ha vuelto a ocurrir. Otra vez ha aparecido un texto que no debería existir.

Vivo sola y es muy improbable que haya gente en mi casa sin que yo me encuentre también en ella, por lo que en mi diario privado no debería haber ninguna anotación que yo no hubiera escrito. No tengo otras llaves más que las mías y un juego extra que dejo en casa de mi madre por si yo olvidara las mías dentro de casa. Y, si de algo estoy segura, es de que mi madre jamás entraría en mi casa sin que yo estuviese en ella o se lo pidiera expresamente.

Dicen que soy bastante maniática. Supongo que exageran, aunque algo de razón deben de tener quienes así opinan. Pongo mucho cuidado en ordenar mis cosas  y, sin ser obsesiva, coloco todo donde creo que debe de estar para poder utilizarlo cómodamente la siguiente ocasión en que pueda necesitarlo. Yo no lo veo como una manía, pero mis amigas me dicen que me paso un poco con el orden. Puede que así sea. No creo que sea exagerado. Solo lo es en el caso de mi diario. Respecto a él, mantengo una rutina un poco enfermiza. Yo lo veo como una especie de ritual, quizás debido a que, cuando era pequeña y aún no había redes sociales en donde todo el mundo cuenta a todo el mundo hasta la mayor de las banalidades, el diario, entonces, era el reducto de las impresiones íntimas, de los secretos más personales, esos que nunca contarías a nadie. ¡Cómo ha cambiado el sentido de lo privado!

El caso es que hasta lo cierro con el pequeño (y creo que inútil) candado que incluye en la cubierta cada vez que termino de escribir algo en él, lo guardo en el lugar de mi casa que considero más oculto de miradas ajenas (que sé que no las hay) y llevo la llave que lo abre junto a las de casa y las del coche.

Sí, quizás sea maniática. Al menos en lo que al diario se refiere…

Por eso estoy asustada con lo que está sucediendo. Como empecé a decir antes, han aparecido algunas anotaciones “extras” en mi diario que no están escritas por mí. No reconozco nada de lo escrito, tiene una letra diferente e, incluso, está anotado con un bolígrafo de otro color. Soy muy pulcra, como he dicho, y escribo siempre con el mismo bolígrafo, negro, y, cuando se le agota la tinta, busco otro igual para continuar escribiendo mis reflexiones de la misma manera.

Las “anotaciones ajenas” están escritas con tinta roja.

Pero si el que haya escritos que no son míos en mi diario ya es bastante perturbador, lo es más el hecho de que no entiendo el significado de lo que dicen esas palabras. Solo me queda interpretarlas, por si escondieran algún mensaje oculto.

Hace unos días, antes de salir al trabajo, tras la ducha y mientras desayunaba, abrí mi diario para releer las notas que había escrito la noche anterior sobre las experiencias, no muy gratas, que tuve en una discoteca. Había bebido en exceso y quería apuntar el extraño flirteo que había mantenido con un penoso individuo al que, tras varias torpes tentativas, magreo incluido, mandé a paseo. Como iba bebida y bastante alegre me limité a escribir lo más rápido posible mis sensaciones sabiendo que las releería divertida y resacosa a la mañana siguiente.

«Una sombra pasa junto a mí sin que sepa si es persona o cosa».

No entendía nada, pero, meditándolo y releyéndolo, pude sentir que aquella nota sí tenía algo que ver conmigo. Aunque solo fuera un deseo de comprensión, interpreté que esa frase se refería al amago de lío que tuve con el tipo aquél de la disco… una sombra… persona o cosa… Muy pillado por los pelos, lo sé, pero era como si ese escrito explicara metafóricamente el fracaso que tuve en el intento de ligue de la pasada noche. Y, quizás, con el mareo de las bebidas, hubiera confundido el bolígrafo sin darme cuenta. Eso me calmó, aunque cierta inquietud me había penetrado por dentro.

No obstante mi primera benevolente impresión sobre lo aparecido en mi diario, la siguiente vez que lo abrí para anotar algo, el corazón me dio un brinco al descubrir un nuevo texto en rojo.

«Los espejos reflejan las miserias del pasado y proyectan luces de perplejidad hacia el porvenir».

Unas horas antes, durante la jornada laboral había tenido un desagradable encontronazo con el encargado de la sección. Había sido una situación muy incómoda y llegué a plantearme un ultimátum ante mis jefes por lo que considero que estaba siendo un acoso para ponerme dificultades en el desarrollo de mis tareas. Con un enfado inmenso me metí en el servicio y permanecí más de diez minutos mirándome a los ojos en mi reflejo del espejo que hay sobre el lavabo, planteándome la conveniencia o no de entablar esa denuncia.

Quizás lo hice para relajar mis nervios. Quizás para atemperar el enfado que tenía. Puede que porque no quería que brotaran las lágrimas que amenazaban con romperme.

El caso es que, ya calmada y con la situación laboral más o menos controlada, la nota roja de mi diario me revolvió por dentro e hizo que esas lágrimas salieran despedidas de su retén emocional. Algunas gotas cayeron sobre las hojas del cuaderno emborronando la tinta, aunque no hasta el punto de impedir la lectura de la frase, que leí y releí hasta casi desgastarla de tanto mirarla.

Lo más extraño de todo es que leerla, inesperadamente, me provocaba tranquilidad, me hacía sentir bien con mis miedos y con mis fuerzas, me apaciguaba la ansiedad y en absoluto me provocaba inquietud… al margen de la absoluta y desazonadora convicción de que jamás debería de haber estado escrita.

Esto ocurrió hace tres días. Hoy, llena de tensión y expectación, al abrir de nuevo mi cuaderno de confidencias, he descubierto una nueva nota roja, escrita a continuación de la que emborronaron mis lágrimas. Entonces, no anoté nada y solo me dejé llevar por las sensaciones que me provocó su lectura.

Lo que me preocupa de esta nueva anotación es que, al contrario de las dos anteriores, no consigo relacionarla con nada de lo que me ha sucedido estos días. Sé que son relaciones sin sentido, más para tranquilizarme ante algo irracional que porque puedan dar una explicación a nada.

Le doy vueltas y más vueltas a lo escrito y no logro emparentarlo con nada que me incumba. Quizás este escribiente misterioso no esté escribiendo sobre lo ocurrido sino que me esté diciendo algo de lo por venir.

Esta tarde he quedado con mi expareja para, dice él, hablar con calma sobre nosotros. Por ese motivo he abierto el diario. Quería poner en claro mis sensaciones antes de encontrarme de nuevo con él. Sé que no ha llevado muy bien nuestra separación ni que yo le abandonase por hastío y aburrimiento, puede que también por algo de miedo hacia él. Sé que piensa que estoy con otro y que le había estado engañando desde mucho tiempo antes de que nos separásemos. Nada de eso es cierto, pero sé que está convencido de mi infidelidad y muy enfadado conmigo.

Sin embargo, él me ha asegurado que quiere hablar y “solo hablar” acerca de nuestro cariño. Un cariño que también sé que me tiene de veras, pero que siempre se ha visto empañado por sus celos y por los brotes violentos que ha tenido de vez en cuando. Eso me ha hecho aprender que puede pasar del amor a la furia de forma incontrolada e inesperada.

Sé que me quiere… pero ahora sé lo que he leído en mi diario y no sé si debo encontrarme con él. La tinta roja tiene escrito:

«Una avenida de agua cristalina se vio interrumpida por un sucio afluente que cercenó su flujo convirtiéndola en un líquido rojo».


Más artículos de Herrero Javier

Ver todos los artículos de