María Dembilio (Barcelona, 1937) es una dibujante de cómics para jóvenes y adultos que trabajó en Selecciones Ilustradas durante siete años (1960-1967) e hizo dibujos para Bruguera, Toray y diferentes agencias europeas. La mayoría de sus trabajos se publicaron en revistas británicas (Tammy, Love Story), holandesas (Oberon), alemanas (Bastei), francesas (Arédit), italianas (Ediperiodici) y otras de Suecia y los Países Bajos. En España, sus cómics aparecían en Rosas Blancas y Guendalina. Cuando llegó el boom de las revistas de cómics de los años ochenta, María Dembilio ya hacía veinte años que dibujaba cómics y conoce muy bien la época anterior y posterior a ese boom. Hoy, los aficionados y entendidos en cómic, ante la calidad de los dibujos de Dembilio, intentan recuperar las historias que dibujó para otros países, traducir los guiones al castellano y ponerlos al alcance de sus seguidores. La artista ha dedicado toda su vida al dibujo de cómics, pero también ha querido explorar otras sendas relacionadas con el dibujo: la pintura y la docencia. María Dembilio se ha brindado a contarnos su experiencia en aquel mundo de los tebeos en los años del franquismo y postfranquismo. Nos encontramos en su barrio de Sants, de Barcelona, y hablamos.
P.: María, háblanos de tus inicios como dibujante.
R.: A mí me gustaba tanto dibujar que a los veintitrés años decidí presentarme, sin papeles oficiales ni experiencia, a la agencia Selecciones Ilustradas y, después de una prueba, me contrataron. Era el año 1960, tiempo en que dibujar cómics era un oficio muy mal remunerado. Pero yo ya dibujaba de pequeña. Siempre que encontraba una hoja en blanco y tenía un lápiz o un bolígrafo a mano, allí dibujaba.
P.: ¿Qué tipo de historietas dibujabas en Selecciones Ilustradas?
R.: Empecé haciendo correcciones de todo tipo de historietas y luego ya me dediqué al dibujo de historietas femeninas, de amor y de aventuras, que eran las que más me gustaban.
P.: A ti, se te conoce poco en el mundo del cómic porque no firmabas tus dibujos.
R.: En España generalmente firmábamos los dibujos con el nombre y apellido o simplemente con el nombre, pero las revistas europeas no solían citar el nombre del dibujante y no los firmaba.
P.: Tu marido, Julián Morote, también fue dibujante de Selecciones Ilustradas.
R.: Conocí a Julián precisamente en esa agencia. Otra chica y yo éramos las únicas mujeres en una agencia con mayoría de hombres dibujantes y, como suele pasar a veces en el trabajo, me enamoré de un dibujante de la casa y nos casamos.
P.: En los años sesenta los tebeos femeninos mostraban historias de chicas cuyo objetivo era casarse joven; tu seguiste, pues, esos patrones que se dibujaban.
R.: La historia del cómic femenino español refleja la historia del país, y en aquel tiempo lo que tocaba hacer era eso, el noviazgo, casarse, tener hijos, hacer las labores del hogar… Recuerdo algunos títulos de tebeos de Guendalina de mi juventud como Traje blanco, ¡Que te casas, Paco!, Matrimonio por interés, Cazados y casados, pero yo no fui a la caza de ningún hombre. Me enamoré de Julián porque era guapo.
P.: En los cómics de entonces el traje de boda significaba el fin de la juventud y de la actividad para muchas chicas, pero ese no fue tu caso, porque tú seguiste trabajando después de casarte.
R.: Yo hice muchas cosas a la vez, pero lo que tuve claro desde el principio es que no dejaría de dibujar.
P.: En los años en que empezaste a dibujar no existían los derechos de autor en el mundo del cómic.
R.: En aquellos años, los dibujantes de cómics éramos simples empleados que no teníamos reconocidos los derechos de autor y, una vez entregábamos el dibujo, dejaba de pertenecernos y nos olvidábamos de ellos.
P.: ¿El dibujo hecho por una mujer se pagaba igual que el dibujo hecho por un hombre?
R.: No. Por ser mujer, a mí me pagaban menos. El mundo del cómic siempre ha sido un mundo de hombres dibujantes, y cuando aparecía una mujer dibujante el trato era diferente. Yo cobraba menos que mi marido por el mismo trabajo, por eso, a veces, me cabreaba y hacíamos que él constara como autor, aunque los dibujos los hiciera yo o entre los dos, así no podían discriminarme económicamente.
P.: ¿Cómo funcionaban las agencias cuando tú empezaste a trabajar?
R.: La agencia recibía el guión, que generalmente venía de países de Europa, se traducía y se hacían los dibujos. A mí, me daban el guión, hacía el dibujo pero no me explicaban para qué colección era, me enteraba más tarde, cuando veía mis dibujos publicados. Mi trabajo era artesanal: dibujar, borrar, dibujar, pasar a tinta.
P.: Para conseguir más libertad y más trabajo, tú y tu marido, os establecisteis por vuestra cuenta y salisteis al extranjero.
R.: Sí, en esos años era habitual que casi todos los dibujantes trabajasen para otros países de Europa porque pagaban más que en España. En Bruselas, en la editorial de Tintín, conseguimos trabajo, pero estaba tan bien pagado que nos asustamos y volvimos a casa; entonces nos buscamos un agente, sin el cual era muy costoso encontrar trabajo. Hoy todo es más fácil, porque los dibujantes tienen su blog, o su página web, y se publicitan en las redes.
P.: En Toray dibujaste algunos tebeos Guendalina, como el de Sucedió en una noche…
R.: En efecto, recuerdo que dibujé dos chicas mirando de reojo a un chico mientras se colocaba bien su pajarita, eran historias de flechazos amorosos entre un chico y una chica, pero antes de esta historieta, recuerdo que Guendalina ya había publicado otros tebeos como Sucedió en la India o Sucedió en un yate, de otras dibujantes.
P.: Me hablas de viajes a la India, de yates… ¿las revistas juveniles femeninas reflejaban sólo a los ricos de entonces?
R.: Había de todo, pero generalmente se reflejaban el amor, los sentimientos, algunos oficios, la vida de la clase alta, las modas…, en este sentido dibujé Por un abrigo de pieles, para Rosas Blancas.
P.: Con tu marido, os pasabais todo el día dibujando en casa…
R.: Sí, y también dibujábamos cómics entre los dos. Cuando teníamos mucho trabajo, él dibujaba por las noches y yo durante el día. Nos complementábamos. A Julián le gustaba leer el guión y empezar la historia con el dibujo de los personajes, y yo decoraba los fondos, vestía a los personajes y entintaba.
P.: ¿Has participado alguna vez en los guiones que dibujabas?
R.: No, yo sólo sé dibujar, aunque alguna vez, para acoplar el dibujo con el guión, tuve que reescribir el texto con el diccionario en la mano.
P.: ¿Cuáles eran tus fuentes de información para dibujar los escenarios de las historietas que dibujabas?
R.: En el estudio de casa, teníamos un armario lleno de fotos de personas, coches, objetos, almacenes como Harrods y otros edificios que íbamos coleccionando con mi marido. Las revistas eran una gran fuente de información, las ojeábamos a menudo, se recortaba lo más interesante y se guardaba en el archivo, en el que también teníamos fotos de besos de parejas para ilustrar las historias románticas y fotos no necesariamente de sesgo romántico para el mercado cultivador del cómic femenino, como el británico.
P.: ¿Era complicado dibujar escenarios desconocidos y distintos a los de tu país?
R.: No, era cuestión de saber para qué país dibujabas, informarte un poco y ya está, aunque a veces cometíamos fallos al dibujar los fondos. Una vez tuve que dibujar una casa para un guión de una revista de Holanda e hice la típica casa de campo catalana y la revista me devolvió los dibujos con fotos de cómo eran las casas en aquel país. En otra ocasión, tuve que dibujar el Pentágono y no tenía ni idea de cómo hacerlo. Ahora, con Internet, todo es más fácil, pero en aquellos tiempos los dibujantes lo teníamos un poco más complicado.
P.: Con tu marido, dibujasteis cómics eróticos…
R.: Sí, dibujamos cómics eróticos para una revista francesa y recuerdo que cuando entraba mi hija en el estudio teníamos que esconder los dibujos. También dibujamos para Italia una serie de horror y erotismo, Oltretombi, donde aparecían personajes maliciosos, esqueletos, muertos y un componente erótico débil, que a finales de los ochenta se convirtió en pornográfico.
P.: También colaborasteis en los tebeos de espionaje de Coplan, el agente secreto FX 18 al servicio de Inglaterra, de Paul Kenny…
R.: En efecto, dibujamos los interiores de algunos Coplan, como los de Action immediate, Dossier Dynamite … pero las portadas, que eran en color, se dibujaban en Francia.
P.: ¿Qué historietas para revistas europeas recuerdas con más cariño?
R.: Por ejemplo, Let me be!, que dibujé por entregas para una revista británica. Era la historia de una chica de clase media, Gaynor, cuya madre se divorcia de su marido, se va de casa y deja a la hija con el padre; entre los dos se reparten las tareas del hogar y surgen problemas en la familia.
P.: Las agencias se quedaban con vuestros dibujos, pero tú conseguiste recuperar algunos de tus originales.
R.: Recuperé los originales de mis primeros años de dibujante, pero por pura casualidad. Ocurrió cuando el jefe de Selecciones Ilustradas falleció y un dibujante consiguió muchos dibujos de la agencia. A la muerte de este, su familia vació el piso y dejó todos los originales en la calle. Un chico del barrio al que le gustaban los cómics los vio por el suelo, los recogió, se los llevó a su casa, me llamó por teléfono y recuperamos dibujos de mi marido y míos y dimos el teléfono de otros dibujantes para que este chico se pusiera en contacto con ellos. ¡Suerte que al muchacho le gustaban los cómics!
P.: ¿Cuántos cómics has llegado a dibujar?
R.: ¡Muchísimos! Son tantas las historias que dibujé y para tantos mercados distintos que es imposible recordar el número. Cuando se hacen dibujos durante tantos años es fácil que se olviden y sólo recuerdes algunos. Además, una vez entregados a la agencia, te olvidabas de ellos inmediatamente y empezabas a dibujar otras historias nuevas.
P.: Por cierto, en tu época de dibujante era impensable encontrarse con una guionista de cómics actual como Kelly Sue DeConnick y su Bitch Planet, que es una distopía satírica sobre una sociedad en la que a las mujeres “no conformes” se las encierra en un planeta-prisión.
R.: ¡Era inimaginable, claro!, conozco poco a Kelly, pero sé que ha introducido el feminismo en el mundo del cómic y ha reflejado actitudes y tratos injustos hacia la mujer. Nos iría bien que salieran más guionistas como Kelly, porque sigue habiendo discriminación.
P.: He visto en tu Facebook un retrato tuyo que apareció en un cómic francés…
R.: Sí, lo realizó Julián, que aparece también detrás de mí. A Julián le gustaba hacerme retratos e incluso pinturas. Cuando nos casamos, reprodujo en toda una pared de la sala de estar un cuadro que encontró en una revista de arte, no recuerdo de quién, y pintó mi cara en una de las mujeres que aparecen en el cuadro.
P.: Tengo entendido que dibujaste cómics durante más de cuarenta años y que, después, también te dio por la pintura.
R.: Así es, cuando me jubilé empecé a pintar al óleo, hice cuadros de paisajes, ciudades, objetos y sobretodo de personas, llegué incluso a exponerlos en una sala de arte.
P.: También has sido profesora de dibujo y pintura…
R.: Sí, durante catorce años, del 2000 al 2014, he enseñado a dibujar y a pintar en el Centre de dones de Castelldefels y ha sido una experiencia muy interesante para una persona a quien nadie le enseñó a dibujar. He aprendido mucho. Ahora entiendo mejor el mundo de la enseñanza y siento admiración por la docencia. He enseñado a mujeres que empezaron el curso diciendo que eran negadas para el dibujo y acabaron haciendo buenas creaciones. Ayudar a las mujeres a cambiar su mentalidad frente al reto del dibujo o la pintura, o frente a cualquier circunstancia de la vida, es un privilegio.
María Dembilio, una dibujante avanzada en su tiempo, autodidacta, que luchó para hacerse respetar en el mundo del cómic, y también pintora, es decir, toda una artista cuando tiene un papel o una tela frente a su imaginativa mirada y un lápiz o un pincel entre sus dedos.