Esta primera crónica, este breve tratado de los textos,
¿qué hará con la memoria y la suerte repartidas?
¿Empuñar el fusil y alcanzar ese momento de ardiente libertad?
Es otra cosa, es algo muy distinto, el amor sobre las sillas de mimbre de los bares.
Tanto suspiro absurdo, cuando la voz pierde firmeza y decisión convirtiéndose en parodia de los gestos.
Yo anhelo la eternidad ceñida a mis recuerdos.
Yo anhelo un territorio de conciencias, de dulzura,
y el tiempo es una ciega locura de campanas mientras crece el silencio en todos esos sueños.
Qué gran dificultad besar sin devorarte con técnica y lujuria sin ganas de separar mis labios de los tuyos
Qué extraño inconveniente el techo sobre nosotros aun sin estar seguros de habernos despertado.