Colillas

Por la orilla


«El mayor cochino soy yo». Pensé mientras volaba la colilla en el aire sucio de la noche. Y caía junto a otras. Variadas en forma y color. Topología y electromagnetismo resumen las cuatro fuerzas fundamentales de la Naturaleza en dos grupos equipotentes. En el primero, dos elementos —Fuerza Fuerte y Gravedad—; en el segundo, tres: Fuerza Débil, Electrodinámica y Magnetismo. Diréis: «Son cinco». Y asentiré, pero no, son cuatro… Es un truco que hace la materia con las cartas. Y muy bueno. De hecho, nos da la vida. Y ya ves, yo se lo agradezco tirando colillas sin parar. Una tras otra. Tras otra.

La luz de la torre, en el puerto, iluminaba tenue de sombras los barcos amarrados por el aviso de temporal. Y brillaba sobre las ondas que mil gotas de lluvia agitaban en el suelo gris de charcos. Observé una de ellas. De las colillas. Una en particular que, al llover, se moja. Como las demás.

Estaba esperando a Paco. Para reventar la caja fuerte del Fuerte de la Aduana. Llegó enseguida, y a modo de saludo me espetó:

—¿Has visto las noticias? La política es una partida de ajedrez que juegan los dioses. Nuestros líderes son sus monigotes. Peones que se mueven empujados por estrategias de puro intelecto lúdico. Y divino. No lo olvidemos. Cruzados por alfiles, alfileres de aguda punta, y aplastados por caballos llenos de elles. Misteriosas torres inmóviles crean murallas virtuales en el tablero. Luego están los reyes. Que se entretienen entre ellos. Es otra liga…

—¿Por qué no te dedicas a esto?

—¿A qué?

—A diseñar ideas.

—Puede que lo haga. Vamos, ya es la hora.

Cierto, eran las cuatro. A menos cuarto, los guardias de seguridad se reunían en el vestíbulo principal durante unos minutos, para fumar y charlar de bobadas:

—Parece que Trampantoja avanza hacia los play-off con cantos de sirena.

—Leí que un tío saltó de un precipicio para hacerse un selfi matándose, y no salió en la foto.

—Vaya, qué lástima.

—Sí…

—Y lo de esa movida del ectopacto…

—… Ya te digo.

—Si es que…

—Hijosdeputa.

Era el momento que esperábamos. Entramos por la ventana de la Oficina de Pesajes. La puerta de la nave central siempre estaba abierta. Pasamos. Protegidos por las columnas, cruzamos los pasillos de las ventanillas policiales.

—Son como las cajas de los supermercados —apuntó Paco—. Parece que el capitalismo se retroalimenta de proteccionismo para generar la ficción de libertad con la que nos ponen perdidos desde las pantallas y las mentes periódicas de la Información. Y se enredan en las redes. Pegajosas de pesca y…

—¡Es un trampantojo! —interrumpí. Paco rio con ganas lo que interpretó como una ocurrencia crítica a la banal conversación que acabábamos de oír, al saltar la barandilla de la terraza.

—¡No tío! ¡La caja fuerte está pintada!

—¡No jodas! Ves como tenía razón: Asociaciones de estructuras y boliches bolcheviques, cachivaches y alcahuetes, forman el espectro del arco iris. Orgullo de la Política que nos ha tocado en suerte.

—Sí —dije sin convicción, para no discutir.

—¿Qué haces? —me gritó en voz baja mientras me dirigía hacia los guardias.

—Me voy a charlar de las cosas importantes de la vida con esta gente —susurré, de espaldas.

Me acerqué a ellos. Caminando con la seguridad del que sabe lo que hace. Me sentí vigía del vigilante.

—Buenas noches, ¿un cigarrito?

—Aha.

—¿Jajá?

—Mejor.

—Parece que no va a escampar antes del amanecer…

—Hola, ni después. Mira lo que dijeron en la tele: «Toda la semana, agua». «Maná maná».

—Y, hablando del tiempo —les dije—, es escurridizo el instante sempiterno del presente, que no existe y lo es siempre. De encogerse y estirarse le salen sarpullidos y escamas. Lagarto. Busca la luz, por ser de sangre fría, helada, congelada de vacío y espacio. El Tiempo es el Presente. Nos hace ver que pasa, que transcurre… Que se desliza como un río, que fluye, en sus aguas cristalinas y saltarinas. Pero no. No existe la flecha del tiempo. Tal vez mienta la Segunda Ley de la Termodinámica, y la Entropía, S, sea solo el silencioso fruto de nuestra imaginación.

«El Tiempo es el Presente, que se desgasta, que se consume, se quema y se arruga». ¿Qué os parece a vosotros esto, así, como idea? —les dije—. Y me quedé a gusto, mientras veía volar la colilla en el aire sucio de la noche, rasgando, justiciera, el entramado de la realidad.


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