Apuntes lexicográficos

El sapo omnisciente

I

Ahora que pega el sol de gordo en esta brillante charca de las letras, y aprovechando que el final de año invita a hacer examen de conciencia, sé que ustedes habrán notado el bajón que ha dado el léxico español en los últimos cincuenta años. En la horrura de nuestra ignorancia, se pierde el noventa por ciento de toda la riqueza de la lengua, y no usamos para vivir sino un parco diez por ciento, siendo así que si hubiera que juzgarles a ustedes por la calidad y cantidad del tesoro que manejan, la degollina sería escandalosa.

II

No abundan los ejemplares del género humano que padezcan cinorexia de palabras. El apetito de ellas, reducido en la mayoría de los casos a un manojo de tristes términos utilitarios, adobados con cuatro o cinco dudosas aportaciones de lengua de vaca anglosajona, y otros tantos préstamos de pelaje universal, abona la singular lenteza con la que vuestro raciocinio se conforma. Y así, ante los embates y golpes de un mundo babélico, pleno de conceptos, ideas y palabras; como dominguillos vuelven al estado vertical sin pena ni gloria, con la duda segura o inefable certeza de que no hacen falta más de quinientas palabras para vivir.

III

Áceros, desprovistos de las herramientas punzantes que os permitirían, no solo leerme con aprovechamiento ahora, sino también bandearos con garbo y apresto frente al continuo borborigmo lingüístico que resuena en televisores, ordenadores, aparatos de reproducción y móviles; soportáis la cellisca como fieles penitentes del mundo que os ha tocado vivir. Lástima: un clangor de tuba o fliscorno os llama a penetrar en la espesura de la fronda idiomática, mis queridos autómatas, y a danzar, como ninfas y cendolillas, en la multípara y vermiforme riqueza de la lengua materna. El origen del problema, posiblemente esté en vuestra condición estacional y perentoria de catacaldos y de fuguillas. No piensen que los estoy insultando impunemente. A continuación, y como cierre de esta disertación al calor de un solazo otoñal, y para que no parezca que este texto es una gracia de sapo moharracho y afectado de pigricia, aquí tienen ustedes espigadas las sencillas definiciones de las palabras que hayan podido ser objeto de inopia léxica, por el orden en que aparecen.

IV

Horrura: Espesura.

Degollina: En un examen, abundancia de suspensos.

Cinorexia: Apetito devorador.

Lenteza: Lentitud, tardanza.

Dominguillo: Muñeco con un contrapeso en la base y que, movido en cualquier dirección, vuelve siempre a quedar derecho.

Ácero: Animal sin cuernos

Borborigmo: Ruido de tripas producido por el movimiento de gases en el intestino.

Cellisca: Borrasca de nieve, agua y viento.

Clangor: Sonido de la trompeta o el clarín.

Cendolilla: Mozuela liviana que no sabe estar quieta en ningún lugar.

Catacaldos: Persona que inicia muchas cosas y no concluye ninguna.

Fuguillas: Persona de genio vivo, rápida en el obrar, e impaciente con el obrar de los demás.

Moharracho: Quien se disfraza en una función y hace poses ridículas para alegrar y entretener a los demás.

Pigricia: Pereza