Apellidos de hormigón

El martillo pneumático

 

Hay modistos y diseñadores tan engreídos que utilizan su nombre, sus iniciales, su apodo o su apellido como elementos de diseño. Ahí están los bolsos de Vuiton, las hebillas de Moschino con todas sus letras metálicas muy grandes o las corbatas de Valentino.

Ante este alarde de vanidad, creo que no tardaremos mucho en ver la foto de un rascacielos, plantado en medio de la ciudad, con forma de apellido. De momento, ya hemos visto que hay arquitectos que han proyectado rascacielos con la forma de algún atributo de su personalidad. Vanidad de vanidades, pero, ¿qué se creen que tienen entre las piernas?

Ahora solo queda que transformen su apellido en un muro-cortina de aluminio y vidrio o que hagan un muro de hormigón con su nombre artístico.

Pobre arquitecto de campanillas. El espectáculo del diseño continúa y la presión mediática le sigue. El diseñador se encuentra sometido a un estrujamiento comercial feroz. ¡Pobre arquitecto de campanillas!, debe ir creando obligatoriamente y sin detenerse. La industria exige la producción de edificios y objetos inútiles para sostener el consumo.

Con un programa así, puede salir el edificio más inútil y extraño que nos podamos imaginar.

¿A dónde lleva toda esta apuesta estéril?

Con estas memeces, no existe ninguna razón que sostenga la creación artística, a no ser que consideremos que la sustancia estética es el puro interés económico de mirada corta.