A tu lado

Reflejos


Dime ¿sabes dónde estamos? Creo que no tienes ni idea. Todo es confuso, te lo digo. Ha sido una noche complicada. Primero, porque salimos corriendo de la casa. Ni tú ni yo aguantábamos más a esa gente. Los que eran de tu familia o de la mía nunca nos han importado demasiado. Nos bastábamos a nosotros mismos, en nuestra complicidad, en esas risas que nos acercaban, en las miradas y, claro, en la intimidad. ¡Oh, la intimidad contigo!

Pero ahora que la niebla se tiñe de amanecer, blanquecina y azulada, y no levanta, siento que todo queda lejos. Como si algo se hubiese roto mientras deambulábamos por este bosque, dando vueltas, al parecer, porque no hemos llegado a ninguna parte y todo parece siempre el mismo lugar, por mucho que llevemos horas caminando. Tu rostro igual: parece el mismo, sí; a veces tengo la sensación de haberlo transitado tantas veces sin haber comprendido quién eres tú en realidad; pero te quiero. Tu rostro es un bosque.

Te he andado mucho más de lo que crees. No sólo te he observado esta noche; te miraba cuando dormías y la luna llena entraba por la ventana y vestía de azul y plata tu rostro. También te veo cuando entras en el comedor y te sientas en tu silla en la cabecera de la mesa y te sirvo la comida en el plato mientras me hablas de tus grandes proyectos. Llevas cincuenta años contándome tus proyectos que deberían cambiar el mundo. Que, según tú, terminarán cambiándolo algún día. Estás convencido o quieres seguir estándolo, tanto da. Esta vida larga, vivida a tu lado, bien merece seguir creyendo en tu agotada magia.

Es increíble que a tu edad —mañana cumplirás los ochenta y dos— te empeñes en convencerme de que, como eres un hombre adelantado a tu tiempo, todo terminará ocurriendo como lo predices. Sí, yo también creo que debes ser un hombre adelantado a tu tiempo, aunque en nuestro tiempo hayas terminado de conserje nocturno de un parking de la calle Diputación. Una putada ser guarda en estos días en los que se ha perdido la costumbre de la propina y apenas nos llega para fin de mes.

Pero hoy es distinto, hoy hemos abandonado la cena tras los postres y hemos salido a pasear como niños por el bosque que rodea la casa de nuestros hijos y amigos. Y la niebla, la bendita niebla nos ha acogido y ahora descansamos al fin en este claro de luz azulina, con las manos entrelazadas.

Es un bello lugar para el último suspiro.

¡Qué belleza morir a tu lado!


Más artículos de Turu Josep

Ver todos los artículos de