Exhumación poética de «Cartero» (Charles Bukowski)

Gabinete de labios periféricos

 

Tengo la impresión de que beber es una forma de suicido en la cual se te permite regresar a la vida y comenzar de nuevo al día siguiente. Es como matarte a ti mismo y después renacer. Creo que hasta ahora he vivido diez o quince mil vidas.

Charles Bukowski

 

Descubrí la obra de Charles Bukowski (“Hank” para los amigos) a los veinte años. Primero su prosa y después sus poemas. Para mí fue toda una revelación, fue abrir una ventana por donde entraba un mundo nuevo, fresco, desesperado, irónico, maldito, sarcástico, miserable en su grandeza. Un mundo que apestaba a hoteles destartalados, alcohol de garrafa, cerveza y puros baratos. En esas páginas conocí al alter ego del autor, el odioso y amado Henry Chinaski, quien nos dice verdades minerales e incuestionables, como un predicador beodo que, amarrado a la barra del bar como si fuera a la vez su timón de desvaríos y su púlpito, nos habla del mundo y de las miserias de la condición humana. Los perros tienen pulgas, los hombres tienen problemas. Lo dicho.

El ejemplar de Cartero de mi gabinete cuenta con la traducción de Jorge Berlanga. Es una tercera edición de 1987 que comparte estante con el resto de su obra traducida y con la de su gran referente literario, John Fante. En esta su primera novela, Bukowski explica su peripecia trabajando 15 años en el Servicio Postal de los Estados Unidos, en la gigantesca ciudad de Los Ángeles, empleo del que se despidió en 1969 para dedicarse por completo a la literatura. En Cartero, el autor, como siempre, escribe con un estilo directo y con diálogos espléndidos, como los puñetazos de sus frecuentes peleas[1]. Bukowski está encantado de conocerse y su chulería no conoce límites. El borracho macarra que gusta de las mujeres y de las apuestas en el hipódromo nos explica sus penalidades con el orgullo del suicida. Un apunte para los que aprecian conocer procesos creativos: según explicó, armar Cartero supuso 21 días de beber y escribir por la noche y dormir y corregir durante la resaca diurna.

Pero también Bukowski destila lirismo en los lugares más insospechados y ofrece momentos de gran intensidad poética, escritos por aquel que sabe del horror del mundo y de la belleza de la vida. Esa contradicción que asalta a todos los que viven más allá de la simple existencia rutinaria. Él mismo comentaba que de no haber escrito, sería uno más de los miles de desesperados. Otro borracho arrastrándose por los pestilentes callejones y los bares de perdedores del West Hollywood.

Su tumba puede visitarse en el Green Hills Memorial Park, en la localidad californiana de Rancho Palos Verdes. En la modesta lápida podemos leer, bajo su nombre y su apodo, el lema “DON’T TRY”. Y entre las fechas de nacimiento y defunción, la silueta del torso de un boxeador con la guardia alta. No lo intentes. La última ironía del bueno de Hank.

Cartero, la primera novela de Bukowski, se publicó en 1971, cuando éste contaba ya con 51 años. Y la traba para exhumar el poema partirá de ese año: 1+9+7+1=18 > 1+8=9. La novela se inicia precisamente en la página 9. De ella tomaré el primer verso y de las siguientes, de 9 en 9, el resto hasta componer el poema que he titulado como la novela:

  

Cartero

1

Yo repartía las cartas
follar y cantar.
Allí afuera
cuarenta grados.

2

Seguía llegando con resaca.
Mi mujer era una ninfómana.
Tenía que emborracharme.
Steve McQueen no podía haberlo hecho mejor.

3

A la mierda los pájaros.
Asunto acabado
matar a ese hijo de puta
(las botellas habían desaparecido
encontré dos vasos:
era realmente una profesional).

4

Aquel hipódromo.
Mi intención era buena.
Una hermosa muchacha
alcohólica
joven.
Me vio mirando su cuerpo
más borracho que una mierda podrida en el purgatorio.

 


[1] Recomiento ver en Youtube su aparición en el influyente programa literario de la televisión pública francesa Apostrophes (presentado por el prestigioso Bernard Pivot). Era 1978, Bukowski se acabó de emborrachar en directo y fue expulsado del plató. La leyenda dice que entre bastidores amenazó a los de seguridad con una navaja.