Entre las obras de Julio Cortázar que reposan en mi gabinete, elijo una de la que guardo grato recuerdo: Los autonautas de la cosmopista. Firmada al alimón con su mujer Carol Dunlop, la obra lleva el subtítulo Un viaje atemporal París-Marsella.
Ilustrado con los dibujos de Stéphan Hébert (el hijo adolescente de Dunlop) y con fotografías realizadas por ambos autores, en este singular libro de viajes se narra como el Lobo (Cortázar) y la Osita (Dunlop), circulan por autopista entre las dos ciudades francesas a bordo de su carruaje Fafner (una clásica furgoneta Wolkswagen T2 de color rojo, así bautizada en homenaje a Wagner).
Lo fantástico del viaje es que no emplearán el tiempo que se supone es necesario para recorrer los casi 800 Km. por una vía rápida, sino que la pareja se demorará algo más de un mes, deteniéndose en las 65 zonas de descanso, a razón de dos por día aproximadamente. Fafner, equipada con comodidades austeras pero suficientes, y contando con dos avituallamientos en ruta gracias a la colaboración de amigos, permitirá a los autores acampar y pernoctar en estos insólitos paraderos.
El cuaderno de bitácora ofrece la crónica de la exploración de la autopista y sus áreas de descanso como si de mundos remotos se tratara, añadiendo las reflexiones que el viaje propicia, todo ello hilvanado con un sentido del humor extraordinario. Y guarda también para el lector momentos de emoción poética, no sólo de regocijo. Incluso al final hallamos un contrapunto trágico. Cortázar explica con devastadora y contenida sensibilidad que Carol Dunlop murió antes de ver la obra publicada. Cortázar, aproximadamente, se iría de viaje con los cronopios, un año después de su primera edición.
Para exhumar el poema decido jugar con el año de su publicación, 1983, intermedio entre las dos ausencias. La suma de sus dígitos arroja el 21. A partir de la página 21, saltando de 21 en 21 páginas, elegiré de cada una de ellas el verso homenaje a tan aguerridos aventureros de la vida y la palabra hasta llegar al final del volumen.
La que aleja las palabras
en materia de locura
(signos del azar
primeros diálogos
como un vacío).
Penetrar en sus secretos.
En pocas palabras:
la autopista
encerrada en el silencio
de la pesadilla.
Hilo de sombra
nuestra vida de ciudades.
Sentir los dedos como de bronce.
Esa mirada
de libros
tan cerca.