Y punto

Entre líneas

 

 

 

 

«Es como si la vida dijese lo siguiente: y simplemente no hubiese lo siguiente. Sólo los dos puntos esperando.»
Clarice Lispector (Agua viva, 1973).

 

Me confesabas que habías llegado a un punto muerto, como si los puntos tuviesen vida propia y pudiesen morir. Lo dijiste mientras paseábamos frente a esa línea de mar que parece que nunca vaya a torcerse, esa línea que nunca ha logrado cruzar tierra adentro y tal vez por eso no pudo oír tus palabras.

Pero yo sí las oí.

La frase se me adhirió al cuerpo y ahí sigue, como una garrapata, con sus nocivos jugos bacterianos.

Quizá por eso no tolero los puntos, ni esa necesidad de separar las palabras; para mí todo sigue siendo una frase interminable, más aún que esa línea de mar.

Recuerdo muchos puntos y seguido y muchos puntos y aparte en mi vida, tantos que se me amontonan en el cerebro o quizá en la piel, no sé… En realidad son como esos globitos que nos maravillan y luego explotan y no tenían nada dentro, pero es igual, nos han permitido ilusionarnos y vivir un rato entre sueños.

Suerte que tú no olvidas que, en algún lugar, el lenguaje no tiene puntos, ni comas ni corchetes; el lenguaje sigue adelante bien juntito, a veces incluso revuelto, hasta caer en un punto muerto o alcanzar el punto final.

 


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