Los enemigos del arte y la literatura

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El arte y la literatura contemporáneos comparten un territorio común caracterizado por la inmediatez y la falta de restricciones.

Según César Aira, el Arte Contemporáneo anula el tiempo y lo comprime en el presente (un presente perpetuo), y no puede ni crear valores –que es tarea de la Historia– ni atemperar el gusto del consumidor –que carece de recursos para evaluar la categoría de lo que se le muestra. Liberado de la selección y el freno que impone el paso del tiempo, el Arte Contemporáneo prolifera, inabarcable, innumerable, en cualquier lugar del mundo, en galerías pequeñas o grandes, en grandes museos o en el garaje de casa [1].

La Literatura Contemporánea, que encuentra su campo abonado en las redes, padece los mismos excesos. Es literatura del presente, nace sin restricciones, al margen de todo control editorial y ajena a la comercialización. Puede versar sobre cualquier tema y no tiene por qué ceder al gusto imperante o a la moda. Se halla también fuera del tiempo, fuera de los valores asentados por la tradición y la Academia, y nace del escritor experimentalista -que no experimentado-, marginal e inadaptado, capaz de hilvanar palabras porque sí, para disfrute propio y de unos pocos amigos.

No obstante el escritor de literatura contemporánea no corre la misma suerte que el artista contemporáneo, para bien o para mal. Y ahí reside la gran diferencia.

Sostiene César Aira que existe un Enemigo del Arte Contemporáneo, mientras que no hay un Enemigo de la Literatura Contemporánea. «El principal combustible del Enemigo del Arte Contemporáneo –escribe– son los millones que gana el artista con sus prestidigitaciones. Pero el escritor equivalente a esa clase de artista, el escritor experimentalista y radical, no gana millones. El que sí los gana es el autor de best-sellers, pero en su caso se los gana con el sudor de su frente, porque él sí que ha aprendido su oficio y lo ejerce a conciencia; los best-sellers son novelas decimonónicas construidas a fuerza de trabajo y oficio, y, además, muy largas. Ningún Enemigo de lo Contemporáneo tendría nada que reprocharle».

Moraleja

Considerando lo anterior, trate de guiarse en lo sucesivo por las normas siguientes:

— Si se dedica usted a escribir, puede dedicarse a los best-sellers. En tal caso debe saber que no está haciendo arte, sino artesanía. La artesanía debe someterse a norma, hacerse bien, para que pueda apreciarse y venderse. El arte no tiene nada que ver con esto. Digamos que, para que sea arte, ha de hacerse mal, rematadamente mal.

— Puede optar también por escribir literatura contemporánea, esto es literatura instalada en un presente perpetuo, sin trabas, reglas, ni lectores. En tal caso, la soledad y la incomprensión le acompañarán siempre. No ganará un duro, pero se ahorrará las críticas del Enemigo de lo Contemporáneo, sencillamente porque para él usted no existe.

— Y si pertenece usted a esa clase inadaptada, marginal e individualista de escritores, pruebe a mandarnos algo a La Charca Literaria. Este lugar es un reducto de experimentadores que trabajan de manera ascética. En La Charca carecemos de principios. Si no fuera así, no hubiéramos publicado este texto que ahora termina. Fin.


[1] César Aira: Sobre el arte contemporáneo (Random House, 2016).